Centro Cívico San Julián

Conocí este Centro Cívico cuando trabajaba organizando actividades de ocio nocturno con los jóvenes de nuestra ciudad. Aunque la zona centro no era la mía, un par de veces acudí como refuerzo. En la sala principal que hay al fondo a la izquierda se celebraba la discoteca y el picoteo y las improvisaciones de rap, en otro de los espacios un taller de cómic y en la cocina, el taller de pizzas.
La idea de este programa había nacido en los Presupuestos Participativos como una propuesta, que se materializó un tiempo después y para ello nos contrataron. Fue una experiencia laboral muy enriquecedora en la que tomé conciencia de algo que todavía hoy sigo teniendo presente. La ausencia de lugares de encuentro que hay en nuestra ciudad para la gente joven, adolescentes y también para los más pequeños. En muchos centros cívicos si no van acompañados de una adulto no pueden utilizar los ordenadores, las fuentes para beber agua son demasiado altas para algunas de estas personitas, por no decir que en muchos de ellos la sala de un taller está situada al lado de la biblioteca. Dime tú a qué jugamos cuando hace frío, ni cantar un poco alto.
Este centro cívico no es de los mejores de la ciudad, no es el más grande, ni el más nuevo, ni el que tiene mejor infraestructura, pero cuando se trata de espacios públicos de libre acceso, de bibliotecas y de cocinas que se pueden pedir para cocinar en grupo, no puedo hablar de forma negativa.

Sé que en él se realizan interesantes actividades, talleres y cursos, y que cuenta con diversas aulas para ello; pero mi principal relación con este centro cívico viene de la mano de su biblioteca. Junto a la también municipal Alberto Lista, en la calle Feria, dio cobijo a mis dos últimos cursos de lucha con las asignaturas más jodidas de la carrera: ¡qué malos ratos!
En los primeros años de la facultad, a uno le suele gustar merodear por ella, vivir el ambiente universitario, estudiar en el Rectorado o en cualquier otra biblioteca de la Hispalense. El tema varía cuando ya la cosa se alarga, como me ocurrió a mí. Entonces lo que pide el cuerpo es huir y refugiar tus apuntes lejos de los malos recuerdos y del «peligro» de compartir mesa, desayunos y descansos con amigos y conocidos. Un buen lugar para apartarse del mundanal ruido es esta Biblioteca de San Julián, no muy grande pero tampoco excesivamente concurrida. En pocos lugares he logrado una mayor concentración que aquí.
Al margen del estudio propiamente dicho, cuenta con un catálogo bastante completito para sus dimensiones; con una graciosa sección infantil, espacio adaptado para los peques incluido; con prensa muy diversa y con varios ordenadores para conectarse a Internet, que al contrario que en otras bibliotecas siempre funcionan. Los bibliotecarios son bastante eficientes e incluso alguno que otro simpático, lo nunca visto en el gremio.
En la mañana no se suele llenar, ni siquiera en época de exámenes. Ya en la tarde sí, pero poco a poco, nunca de golpe. En cualquier caso, como presupondréis por mis alabanzas, es silenciosa; hasta los niños de ESO y Bachillerato son menos latosos que en otras partes. Por todo esto, si tuviera que recomendar una biblioteca a un opositor para que hiciera de ella su fortín, sin duda sería esta del Centro Cívico San Julián.

Me he llevado los 5 años de la carrera yendo a estudiar a la Biblioteca de este Centro Cívico. Mientras todo el mundo se plantaba entre semana en esas asquerosas bibliotecas llenas de gente, de ruido, de olor a sobaco, de tías que no paran de levantarse y sentarse y andar con tacones… yo venía a esta Biblioteca entre semana donde siempre había sitio y era de las más tranquilas del barrio.
La Biblioteca cuenta con poquitas mesas, algunos libros, la mayoría bastante válidos (teniendo en cuenta que he estudiado Comunicación Audiovisual y que es raro encontrarse con un libro más o menos aceptable en este tipo de bibliotecas sobre estos temas, en este centro algún que otro libro relacionado con el cine español y con algún director, siempre muy básico, podías encontrarte), y poca gente que sea pesada y no deje estudiar.
Hay que tener cuidado cuando la Biblioteca organiza cursos o talleres para los niños, porque te presentas con tu carpetita dispuesta a estudiar y de repente te encuentras con que la biblioteca está ocupada y no puedes entrar y te tienes que volver a casa.
El centro, además de la Biblioteca, tiene un salón bastante grande para diferentes usos, un aula de cocina y otras aulas más pequeñitas donde se dan clases de todo tipo de materias. Mi madre, por ejemplo, va a clase de yoga en este centro. Y sólo le cuesta 25 € al mes.