Martin Flores

— ¿QUÉ VAS A HACER QUÉ?
— Quiero llenarle a Fernando el cuarto de globos… Para que cuando entre se lleve la sorpresa! (Fernando es mi pareja)
— María… tu estás loca. Además te vas a hartar de inflar globos. Y además. si no tienes llave de su piso, ¿Como vas a entrar allí?
— Bueno, ya me las apañaré, lo que tengo que ver ahora es cuantos globos necesito…
Tras un par de minutos haciendo cuentas con los supuestos metros cúbicos que tiene su habitación, y cuantos metros cúbicos puede tener un globo, llegué a la conclusión que necesitaba unos 1000 globos para llenar el cuarto… Ni de broma compro 1000 globos, 300 y mucho es.
Sabía perfectamente donde tenía que ir a por los globos. Aquella tiendecita de la calle Pureza, a la que voy mínimo 2 veces al año para comprar piñatas, chucherías, globos y demás…
Así que una vez más, fui a la tienda. Cuantas variedades de globos… grandes, pequeños, de mil colores… Pero no, lamentablemente llevaba una idea demasiado especial: quería globos blancos y verdes, más del Betis imposible. Tras recorrerme la tienda de arriba abajo muchas veces decidí comprar 5 paquetes de globos de 100, tres verdes y dos blancos. Además, ya que estaba compré un par de gomitas. pero no para el cumpleaños, si no para comérmelas mientras inflaba globos, que trabajo me iba a costar. y mucho.
Salí bastante contenta, tampoco me había gastado tanto dinero para la cantidad de globos que llevaba. Sinceramente pensaba que me iba a costar muchísimo más dinero.
La sorpresa vino después, cuando empecé a inflar globos (a pulmón no, tenía un aparatito!) y vi que la gran mayoría estaban pasados, pegados unos con otros derretidos y en mal estado. Pero ya no me daba tiempo de ir a llevarlos. De los 500 globos, pude contar que llevaba pasados unos 150, sin contar los que se me rompieron al llenarlos o los que estaban ahuevados y no tenían una forma regular.
La verdad es que me sentó tan mal que me vendiera globos que estaban pasados, que nunca más he vuelto a ir. ¡ni chucherías ni nada!

Chucherías y regalos para fiestas infantiles en plena calle Pureza, frente a la capilla de los Marineros.
Tienen de todo y por eso mismo es fácil como su puerta siempre llena de niños curiosos que se asoman a mirar o a comprar golosinas con los pocos céntimos que le hayan dado en casa sus padres o sus abuelos.
Tienen piñatas, globos, chucherías, juguetitos y todo lo que un niño puede desear en su largo local, con lo que los más pequeños se vuelven locos una vez cruzado el umbral de su puerta.
Si tiene cerca un cumpleaños infantil o una fiesta, no lo dude, en esta tienda puede encontrar prácticamente todo lo que necesita para organizarla.

Chucherías. Rojas, rosas, azules, amarillas. Con «pica pica», dulces, saladas. Chucherías. El universo de un niño y el mío, por ejemplo. La veo y mi mente se obsceca.
«Chucheríaaaaaaaas, chucheríaaaaaaas» me repite. Cruzo la calle, como si la tienda tuviera un imán. No quiero entrar. Me resisto. De verdad, lo intento. Pero una fuerza superior a mí me empuja adentro. De sopetón.
Huele a «besitos», a «platanitos», a «gomitas», a «lenguas»… Y no los huelo pero los siento. ¿Dónde estáis? ¿Dónde estáis, maldita sea?
Ahí… Los chupa chups…
Si hubiera una tercera guerra mundial, por Dios, que me coja en esta tienda.