Existe un plan perfecto para el fin de semana si estás/eres de Sevilla y tienes niños: las pedalinas del río Guadalquivir. Las pequeñas barcas a pedales aseguran diversión, ejercicio y unas vistas espectaculares desde otro punto de vista, el río. Es una gozada pasar bajo el puente de Isabel II(Puente de Triana) contemplar su enorme esqueleto y escuchar esa acústica tan peculiar que se produce estando sobre el agua y bajo el puente. Este puente une Sevilla con Triana y su origen fue un puente de barcas. Los hidropedales se alquilan en esta plataforma flotante llamada Pedalquivir y por ello siempre acabas tomando una cervecita o refresco antes o después de montarte en los barquitos. Aunque sea un poco más caro pagas algo más por estar donde estás. El lugar es pintoresco por el hecho de flotar sobre el agua. Las pedalinas se alquilan por media hora como mínimo a un precio aceptable. Ni se te ocurra ir cuando el sol aprieta porque aunque le colocan una estratégica sombrillita a la barca el calor es sofocante y encima tienes que pedalear. Como si estuvieras subiendo un puerto de montaña en pleno agosto… Recomendable llevar gorrita.
Patricia M.
Rating des Ortes: 3 Sevilla
¿Sabías que en Sevilla es posible montar en hidropedal? El chiringuito flotante como me gusta llamarlo. Al principio hay personas a las que le da mareo. Solíamos ir a la salida del trabajo algunos viernes, porque era lo único cerca, si no queríamos cruzar al Paseo Colón. Este sitio me resulta pintoresco por el lugar, que no es usual y por el ambiente, sobre todo la música es variada y a veces, un tanto de verbena. Lo mismo suena Jordi Dann que la lambada, o el son cubano. Ya os digo, inclasificable. Las tapas no merecen la pena a no ser que estés enmayaíta. Es para café, cerveceo, tinto de verano o copas. Los precios con plus de 50 céntimos en casi todo, debe ser por aquello de los pintoresco. En verano cierran más tarde, puede estar abierto hasta la 1 o las 2 de la mañana.
Miguel Ángel D.
Rating des Ortes: 4 Sevilla
Normalmente suelo pegarme unas caminatas largas, largas, que me llevan junto al río y más allá. Llevaba una temporada fijándome en un bar muy curioso, un chiringuito flotante, situado a unos metros de La Torre del Oro, normalmente bien ambientadito y rodeado de barcas de pedales. Cada vez que llegaba a casa le decía a mi hijo(6 añitos de nada), «Pablete, si te portas bien, un día te voy a llevar a un bar que además es un barco». El me miraba completamente flipado, y me preguntaba, «¿Pero un barco de verdad que se mueve, papá?», a lo que yo le respondía, «No, hijo, no. No se mueve porque está „estropeao“, pero es de verdad verdadera». Al final acabé llevándolo, porque aunque Pablo suele portarse bien, el aliciente del«barco estropeao» fue un recurso infalible. Era mencionarle el tema«barco estropeao» y automáticamente no había niño. Era medio día, Pablo estaba alucinado… sentadito, quieto, quieto, observando todos los detalles. Genial. Nos tomamos un refresquito, fresquitos, fresquitos, junto al río(bueno, en este caso SOBRE el río) y muy agustitos. Desde entonces Pablo me dice muy a menudo, «Papá, papá, a ver cuándo me llevas otra vez al ‘barco estropeao’ ¡que me estoy portando muy bien, eh!» Un sitio ideal para tomar un refrigerio en familia ;).