Cruceros Torre del Oro

De Sanlúcar de Barrameda a Sevilla y viceversa, esas son las dos travesías que he tenido oportunidad de realizar en estos cruceros y francamente la experiencia no pudo ser mejor.
La sensación de libertad que se tiene navegando el Guadalquivir es preciosa, no se puede explicar con palabras. Pasar por Coria, ver los faluchos amarrados a una vera del río, notar cuando se estrecha, cuando se ensancha…
Pero lo mejor viene cuando el barco para sus motores para poder disfrutar del silencio que lo rodea todo, el canto de los pájaros y el leve susurro de las pequeñas olitas que van de un lado a otro.
Cuando nos acercamos a Sanlúcar podemos ver el Coto de Doñana a nuestra derecha, y disfrutar de su verde y de la inmensidad de sus cerros.
Si tienen oportunidad embárquense, merecerá la pena pasear por el río que ha escrito tantas páginas de la historia de Andalucía.

Tuve la inmensa fortuna de que varios amigos trabajaron en estos barcos que dan paseos turísticos por el río. Me hice un asiduo. Incluso les echaba una manilla si se terciaba. Y así, un día sí, y al otro también, estaba de crucero por el Guadalquivir. ¿A que suena bien? Pues mejor me lo pasé.
Me pasaba las horas navegando por el Guadalquivir, descubriendo Sevilla, amando a Sevilla, desde otro ángulo, desde otro punto de vista, desde la mirada curtida de los marineros. Eso no está pagado con nada.
Y hablando de pagar –yo nunca pagué, era el polizón de a bordo-​, los niños menores de 14 años viajan de gorra si van con un adulto. Los adultos, paganini, 16 euros. Y os recomiendo a todos, turistas y sevillanos, que os deis el gusto de hacer este crucero. El paseo es de una hora. Y merece la pena. Desde el río se ven las cosas de otra manera, con otra sensibilidad, se llega a sentir, incluso, la brisa con aroma a mar, a fresca manzanilla y gambas, que sube desde Sanlúcar de Barrameda.
La excursión a Sanlúcar también la hice y me lo pasé en grande por éste Río Grande. Son de esas cosas que se quedan para los restos. A la ida, fuimos con una pandilla de viejecitos, de los más marchosos que yo me he echado a la cara, que se volvieron a Sevilla en autobús, como hace casi todo el mundo. Pero, a la vuelta, en el barco, se montaron Los del Río -¡¡aaaay, Ma… carena, aaaay!!-. ¡Exactamente, esos! ¡Menuda juerga!
Y para juergas, las que se montaban, y se montan, todas las noches en el barco. Porque por las noches toca fiesta discoteca… ¡Qué tiempos aquellos con Fran y Javi y toda esa marinería dislocada de los barcos!

Ofrecen diferentes recorridos, en mi caso nos fuimos a Sanlúcar de Barrameda a pasar el día y fue una experiencia muy divertida con un grupo de amistades y sus criaturas. Tomando el solito y conociendo la vida que presenta el río hasta su desembocadura. Se pueden comprar cosas para comer en la embarcación. Nosotros habíamos llevado picoteo y bebida porque en casi 5 horas de viaje apetece.
Elena, que el bióloga nos fue explicando la diferencia de cultivos y vegetación a lo largo de las márgenes. Es bonito conocer nuestra tierra y ver pueblos que seguramente has visitado alguna vez, esta vez desde el agua y como parte de un camino, por el que transitaron tantas culturas con sus mercancías exóticas. El paisaje cuando nos aproximamos a la desembocadura es maravilloso, con el Parque de Doñana a la derecha.
A la llegada a Sanlúcar tuvimos unas horas de tiempo libre y por la tarde un autobús nos trajo de vuelta.