Tryataly

Estaba desesperada. Necesitaba bolas de chocolate negras y blancas, del estilo maltesseurs, pero sin que fueran de la marca ¡me daba igual hasta que estuvieran rellenas o no! Rellenas de aire si hacía falta!
Tras recorrerme bastantes kioscos del barrio, me di por vencida y me dirigí hacia el día, a comprar un paquete de auténticas maltesseurs. se me acababa el tiempo! Entonces me encontré con la tienda!
No se si llevará años y años aquí, pero yo recordaba que eso era una tienda de ropa. pero bueno, de mi memoria de pez no se puede fiar una.
Tras entrar y preguntar, no encontré nada. La verdad es que el muchacho me atendió bien, se notaba que estaba más aburrido que una ostra y le hizo bastante ilusión que entrase alguien en la tienda.
Después de mirarme con esa cara de: por fin alguien… me dio pena salir sin comprar nada, así que compré un par de velas y una bolsita con chucherías…

Cuando estudiaba la carrera, no había barrilada que me perdiera. Mis amigos y yo, nos hacíamos con nuestro lote y enfilábamos en dirección al Charco de la Pava para ponernos tibios. Ahora no le veo la gracia a beber por beber, cosas de hacerse viejo y tal. Pero entonces era lo más. El último año de carrera, uno de mis compañeros se mudó a la plaza de la Virgen de la Amargura, y tuvimos que buscar un sitio nuevo para abastecernos.
Dando una vuelta antes de salir para la barrilada dimos con este sitio. Aparentemente es una tienda de chucherías como hay tantas. Pero al mirar el escaparate descubrimos que es mucho más que eso. En él, había muchísimos carteles pegados que narraban las maravillas del sitio: desde pan a tartas de gominolas por encargo, pasando por lotes completos para hacer botellón sin necesidad de comerse mucho el talento.
Además tenía lo que necesitaba para convencernos: los precios bastante razonables para lo que es comprar un lote completo, con su botella, su refresco, sus vasos y su hielo. Así que entramos para comprar, sin pensarlo dos veces. El interior es pequeño, con un montón de expositores para paquetes de patatas y demás chucherías. Tras el mostrador un chaval joven, rondando la treintena, nos atendió, entró por una puerta que hay tras el mostrador y salió con nuestro encargo en un santiamén.
Luego, pasó el tiempo y las barriladas acabaron para mí. Pero siempre que paso cerca me acuerdo de aquel primer día que entré en este kiosko y entro a comprar un refresco o algunas chucherías. Tras el mostrador el mismo chaval que atiende con la misma diligencia que aquella vez. Y es que las cosas buenas, es mejor que no cambien.