Wonkandy

Los dulces y yo somos amigos sólo a ratos. Me empalago demasiado pronto, creo, así que no soy de ir y comprar bolsas y bolsas de chucherías a manos llenas, como sí hacen a menudo muchos de mis amigos. Pero de vez en cuando hay que darse algún capricho… y en casos así, Wonkandy es una de las mejores alternativas.
Si uno va a comprar chucherías, es porque espera divertirse de algún modo. Y qué mejor para acompañar la diversión que comprando ejemplares de todos los colores imaginables, de formas insospechadas y sabores diversos. Creo que ésa es la palabra que mejor se ajusta a Wonkandy: variedad.
Por supuesto, su ubicación es una de sus principales ventajas. Hay pocos sitios ahora mismo en el centro en los que puedas comprar dulces a granel como aquí, y muchos de ellos no salen de lo mismo. Ni los más pequeños podrán resistirse a tratar de arrastrar a sus padres al interior… ni los mayores a echar una ojeada y, por qué no, llevarnos una bolsita de algo…
Una tienda pequeña, pero que sin duda haría las delicias del mismísimo Willy Wonka.

La primera vez que pasé junto a Wonkandy no me atrajo lo más mínimo. ¿Una tienda solo de gominolas en pleno centro de Sevilla? A estos les quedan dos telediarios… o no. ¡Qué equivocado estaba!
Volví a pasar en una segunda ocasión y esta vez iba con el gusanillo, así que entré para comprar aunque fueran dos o tres tonterías que me calmaran el capricho. ¿Qué pasa si te digo que salí con no una sino dos bolsas? Lo primero que me desconcertó fue que no sólo ofrecen gominolas sino también montones de frutos secos bañados en chocolate con leche, chocolate blanco o salsa de yogur. Cada cual más delicioso, sobre todo esas fresas deshidratadas con yogur o los pistachos. Sublimes.
Lo segundo fue algo que llevo deseando desde que era niño: todos los productos al mismo precio (1,60 euros cada 100 gramos). ¡Sí, por fin podía mezclar! Quizá yo soy muy cerrado, pero no sabeís el coraje que me da ver que si quiero hacer un mix de frutos secos tengo que confeccionar dos o tres bolsas diferentes, siempre atento a los precios. Y aquí sólo tengo que ponerme el guantecito de plástico, que si quiero ir con los ojos cerrados me da igual, cogeré lo que quiera y compraré una bolsa a mi gusto. ¡Como debe ser!

Iba andando por Puente y Pellón acompañando a una amiga que se me casa y quería ver trajes de novia. Aburridísimo, lo siento Lola, no voy más.
La cosa es que después de ver mil vestidos blancos y que todos le hicieran gorda (decía ella) me encuentro frente a un universo de colores que huele a frambuesa, melocotón, coco… ¡el paraíso frente a mi!
Empujé a Lola y corrí como una niña a ver cada una de esas urnas y a olisquear el ambiente que era tan infantil como un globo.
Compre más de 7 € en chuches, no eran tantas, eh? pero es un poco cara. No importa, volveré. Me suministró glucosa como para convertirme en dibética pero también me surtió felicidad y me arregló la horrible tarde que me hizo pasar mi amiga con los tonos de blanco, hueso… qué más da, ¿para que te casas?
Ah! por cierto! qué hacen ramos de novia con chuches en esta tienda, esto me lo contó mi madre, las casualidades que a veces si existen…

Sinceramente, no soy yo mucho de las tiendas Wonkandy. Aunque el nombre me parece super original (a todos nos viene al segundo la canción de «I want candy», claro está…), la decoración llama muchísimo la atención y huele que alimenta, soy yo más de tiendas de chuchería de toda la vida, la de abajo de tu casa, donde te atiende la vieja de toda la vida, que parece que toda la vida ha sido vieja, y siempre se llama «Mari», «Rosi» o «Ani» o cualquier otro nombre acabado en «i».
Las chucherías son más caras que en las tiendas habituales, pero claro, también hay chucherías difiíciles de encontrar, con azúcar, sin azúcar, de colores, grandes, pequeñas, geométricas, imitando animales, frutas…
Vamos, el sueño de cualquier niño. Pero, me repito, en mi caso, esta tienda no está hecha para mi, que soy una amante de las chuches de toda la vida: dentaduras, corazones, regaliz…
Esta es una tienda para los Hansel y Gretel del siglo XXI, y aunque parezca raro y lejano, yo nací el siglo pasado…

Ese aroma dulce que se siente en toda la calle… y que despierta cada uno de los sentidos obligándote a entrar… ¡Es imposible no hacerlo! Mis pies son los que mandan cuando me acerco a la tienda.
Su luminoso colorido y su agrable olor invitan a que esta tienda de chucherías sea una de las más maravillosas que he visto en mi vida. Es como un sueño hecho realidad. Además es muy amplia y tiene una gran variedad de productos, desde los más clásicos a los más originales.
El único problema, y una pena para muchos, es que al ser un establecimiento tan especial, los precios son más elevados de lo normal. Sin embargo, vale la pena hacer una paradita porque el sabor y textura superan en calidad a las ‘chuches’ convencionales.
Lo único que sé es que cada vez que piso el centro de Sevilla, o evito pasar por esta calle o tengo que entrar en la tienda, aunque sólo sea para mirar y ponerme los dientes largos.