Qué nombre más bien puesto, un oasis de restauración andaluza en plena Horta Sud. Las cañas servidas en cazoletas de barro –cosa que sólo he visto en bares de la contorná de Sierra Morena– que conservarían hasta los casquetes polares en pleno cambio climático caribeño, y las Señoras Raciones gratis con la bebida. En la carta, ninguno por más de 2,50 €: rabo de toro, mollejas, pulpo frito, carne en salsa y otros bocados andaluces; coronados por el Alpujarreño: una bomba calórica typical sureña que no he tenido el gusto de deglutir pero se comenta que es una sartén con morcilla, lomo, patatas, longanizas, jamón y huevo frito. Casi ná. La atención es buena y rápida y la comida está tan rica que me hizo olvidar que me hicieron elegir entre una Alhambra y una Mahou, pedí Mahou, y me trajeron la otra. ¿Error de memoria? ¿Sugerencia encubierta? ¿Orgullo granadino? Aparte de lo amplio del local, tienen doble terraza, una en la acera y la otra enfrente, con un toldo que cubre del sol, peeeero que me hace quitar definitivamente la quinta estrella, ya que está precisamente al lado de las vías del tren y, si te sientas en ella en horario punta, puedes llegar a enloquecer con el ruidazo frecuente de los rápidos que pasan por el pueblo.