Angelo

Está claro que el dependiente de esta tienda no puede negar que se trata de una tienda de ropa, porque está llena de trapitos de arriba a abajo. ¡Llena, llena, llenísima! Y encima es grande; ¡pero, aun así, no parece haber espacio para tanta cosa!
Eso sí: está ordenada y limpia, la ropa está absolutamente toda colgada en perchas (salvo la ropa interior, que va en paquetes de plástico), lo cual le da un aspecto más organizado, y es además un local medianamente luminoso.
Y bueno, tratándose de una tienda tan llena y con tanta variedad, no es de extrañar tampoco que aquí puedas encontrar para todas las personas y para todos los gustos (mujer, hombre, niño): abrigos acolchados de mujer, hermosos conjuntitos y abriguitos para nenes, chándals de hombre, jerséis, sudaderas, vestidos de mujer, pijamitas de niños con Pocoyó dibujado (¡uuuff! ¡De éstos me enamoré!), etc.
Al simpático y dinámico vendedor egipcio de origen turco se le nota que tiene una gran vocación, puesto que no tarda en ofrecerte y mostrarte continuamente más artículos aún de los que pides, mientras te muestra también un trato excelente, muy amigable y familiar (utiliza, por ejemplo, palabras como «corazón», y demás).
El susodicho pijama de Pocoyó tiene un precio de doce euros, pero el amable dependiente me lo dejó por diez.
También me ofreció una camiseta interior de niño que valía cuatro euros, y un paquete de tres calzoncillos de niño a cuatro euros también. Me parecieron artículos algo caros para la calidad que tenían, así que no me los llevé.
Pero, en general, se puede decir que se trata de una tienda variada y con un amplio abanico de estilos, y siempre puedes encontrar algo que te haga papel.