Chill Out

Este lugar es como el comedor de tu casa. Entras, te tiras al suelo y adquieres todo tipo de posturas para estar cómodo: piernas dobladas a lo buda, estiradas, una doblada y la otra estirada, una doblada hacia atrás… todo vale mientras no molestes al vecino de la mesita de al lado, que dicho sea de paso, estará a un palmo de ti, casi compartiendo la bebida.
Pero no pasa nada, el buenrollismo es la tónica general, como no podía ser menos, de este antro llamado Chill Out. La música es tranquila, tanto que una vez un noviete que tuve acabó dormido sobre mi hombro… no va de coña.
Al final del establecimiento hay un sitio más íntimo, con unas cortinas que lo separan del resto. Nunca lo he visto vacío, pero es un rincón lúgubre que llama a transgredir toda norma social… que cada uno piense lo que quiera.
En fin, para tomarse una cerveza en plan relajado no está mal. Especialmente si no se piensa darlo todo esa noche, y es que pasar de un estado catatónico en Chill Out a pegar saltos en la disco creo que es físicamente imposible.

El Chill Out es el lugar ideal si tienes una cita y pretendes que la cosa se ponga interesante… Es un sitio súper oscuro, donde entras y te sientas en el suelo entre cojines a tomarte algo, sea la hora que sea. Busca un ambiente relajado e íntimo y la verdad es que lo consiguen. No vayas cuando tengas un poco de sueño o acabarás con un mucho, pero aparte de eso yo lo veo guay para quedar con alguien por primera vez. No sé si ha sido casualidad, pero cada vez que he ido estaba rodeada de parejitas, así que supongo que no soy la única que piensa eso.
Si el sitio te ha gustado, tienes un reservado que puedes cerrar para ti y tus amigos, y celebrar tu cumpleaños por ejemplo. Aquí el ambiente no es tan oscuro, puedes poner tu propia música y comida (el Chill Out pone las bebidas) y la verdad es que mola, haces algo diferente que lo típico de cena + fiesta.

Le tengo un cariño especial a este sitio. Si soy sincera, sólo he ido una vez pero es cierto aquello de que todo depende del momento y del contexto.
Era una tarde de sábado. Un sábado frío. Y buscaba un sitio donde tomarme algo. Paseando por el Carmen llegamos allí él y yo.
Entramos y nos sentamos en el suelo. Nos pedimos un choleck. Sí, por un momento yo también pienso que involucionamos a niños.
Era el comienzo de nuestra relación. Yo tenía miedos y preguntas que necesitaban ser contestadas. Hablamos. Sonreímos. Nos entendimos.
Era un lugar tranquilo que invitaba a la conversación, a dejarse llevar olvidando el miedo.
Sólo era un local relajado. Un suelo. Un choleck. Dos personas en el sitio adecuado en el momento oportuno. O quizá era a la inversa.
Esa tarde (ya más adelante noche) marcó el inicio de mi historia. Esa noche me pidió salir (sí. Seguimos siendo niños).
Quizá cuando madure vuelva y cambie el choleck por un buen cóctel.
Pero para entonces quizá ya sea otra historia.