El Celler i l’ Aglà

Situado en la prolongación peatonal de la calle Guardia Civil, esta taberna de color madera, ha reducido sus precios de modo considerable con respecto a sus pretensiones iniciales, hace ya unos años, que fue cuando lo conocí y fui por primera vez.
Lo que más me gusta es su decoración, madera auténtica que evoca tiempos pasados, olores de otras vidas que golpean con sus nudillos en las puertas de nuestros presentes… pero lo que más me gusta es su terracita, situada en una amplio espacio de verde, niños, perros que corretean libremente, infinidad de árboles que viven en libertad y felicidad alejados de la contaminación de los coches.
La semana pasada fue el cumpleaños de un amiguete y nos invitó a que tomásemos algo con él en el Celler. Mi paladar se llenó de grandes sabores de ibéricos españoles de pura raza. Buenísimos… así como la selección de vinos, también muy pensada y que condimentaban a la perfección el sabor de un alma auténtica de ciertos ibéricos en nuestros buches.
Me sorprendió sus precios, insisto, antes, cuando lo conocí costaba casi el doble. Cosas buenas de las crisis…

Todavía no me aclaro mucho en que consiste la diferencia entre un restaurante y una taberna. Me resulta obvio que ambos son sitios de comidas, pero desde mi referente novelesco, librero y literario, creo que las tabernas, al menos en el pasado, eran sitios donde iban hombres rudos, de voz ronca y poco educados, a consumir grandes vasos de cerveza en un ambiente rodeado de maderas prodridas y camareros poco higiénicos.
Este es un café taberna, que, aunque no tiene camareros poco higiénicos ni merodean por ahí hombres rudos, sí posee ese encanto de las tabernas descritas en los libros, donde el olor a madera vieja impregna la atmósfera del lugar de un no sé qué muy especial.
Celler en valenciano significa bodega, por lo que aquí se puede encontrar una gran selección de vinos nacionales e internacionales y las comidas van desde un exquisito carpaccio de solomillo, hasta el pulpo a la gallega, el solomillo de ciervo y de postre (lo recomiendo ampliamente), el fondand de chocolate con helado de vainilla.
El menú que se sirve cuesta 10 euros e incluye a elegir entre 4 primeros, 4 segundos postre, bebida y café. También cocinan platillos italianos y hay un menú infantil.

La taberna la lleva Lorens, una mujer maja y atenta. Tiene el local bien ambientado y logrado, todo en madera: barriles, botelleros, banquetas altas, etc.
Aún mantiene la terraza de 10 mesas, ayer mismo fui a tomarme algo antes de ir a casa. Se encuentra justo enfrente de un parque/​paseo grande, con césped, arboles… que dan tranquilidad a la zona.
La comida es buena, típicas tapas españolas. Lo mejor es que, la crisis afecta a todos y muchos negocios son consciente de esto, por eso ofrecen un menú para grupos de 10 € en que entran 4 tapas, plato de carne y jarra, vino o refresco cada 4 personas. La verdad que las raciones son generosas por lo que vale la pena ir.
La taberna se encuentra cerca (2 min.) de la zona de Aragón por lo que después puedes ir a tomar una copa, bailar, charrar… en los distintos locales que hay.