Como está cerca de mi trabajo, me gusta ir a comer a El Molino. Y es que hay dos razones importantes para hacerlo: 1– El precio del menú de mediodía. Por 8 euros tienes dos platos(con mucha cantidad), una ensalada, bebida y postre. ¿Qué más se puede pedir? 2– La calidad de la comida. Parece mentira que un local regentado por personal oriental pueda hacer comida tradicional española tan buena. La paella, por ejemplo, no le tiene nada que envidiar a la de otros sitios de Valencia muchísimos más caros.
Iván R.
Rating des Ortes: 4 Valencia
Cuando entré aquí pensé que sería el típico bar de taepo español, lleno de fritangas y demás… Pero no, fíjate tú por donde, se trata de un sitio regentado por orientales. Y es que como ya llevbo observando desde hace tiempo, los chinos que occidentalizan su comida se ponen de moda… Llegué con unos amigos y nos comimos unas bravas, morro de cerdo y una jarra de cerveza fresquita. Y… vaya tela, ¡las bravas estaban espectaculares! No me lo podía creer… ¡qué ricas! Y además era bastante barato, porque creo recordar que no salimos a más de 3 € por cabeza. Hablé con el camarero y hasta le felicité, y ahí ya fue cuando nos pusimos a hablar y me comentó que habían comprado el bar recientemente, y que antes lo llevaban otros dueños españoles. Ya lo entendí todo: buena ubicación, clientela fija y manú fiel a las costumbres españolas… Un auténtico lujo.
Raúl A.
Rating des Ortes: 4 Bétera, Valencia
Tengo una amiga, italiana ella, que es una enamorada de la cultura española, y en concreto de nuestra gastronomía más tradicional. A veces, lo italian@s son como los españoles, de sangre muy caliente y capaces de gesticular sin parar si algo nos gusta realmente… Sí, los españoles también somos así. El caso, es que cuento esto, porque hará medio año, en abril creo recordar, mi amiga, vino a España por última vez. Ella siempre ha sido una entusiasta del típico plato de patatas bravas con su ajoaceite, o allioli, como queráis llamarlo. El caso, es que le propuse ir a cenar al Molino, que lo conozco desde hace muchos años, porque sabía que le gustaría las bravas de allí, y porque el sitio es realmente económico, y en abril, mi bolsillo estaba agujereado y enmarcado por una enorme telaraña. Mi amiga, dijo: «vale, vamos, pero ¿harán bravas? ¿no? llevo dos meses soñando con este momento de probar de nuevo las bravas, y su ajoaciete, yo he intentado hacerlo, pero no sé, me sale mayonesa, y la mayonesa es una porquería comparada con el ajoaceite» evidentemente mi amiga no habla tan bien el espeñol, y me permito el lujo de traducir… pero sigamos. Fuimos andando desde su piso alquilado en la Calle Molinell hasta el Molino, cosas de la vida, y ella no paraba de hablar de las bravas, de la comida española, que si pudiera o pudisese se venía a vivir a Valencia… y en eso, llegamos al Molino y nos sentamos, la cara de mi amiga cambió, bruscamente, algo no le cuadraba, yo me reía por dentro, entendía perfectamente la extrañeza de su cara… Pedimos un par de bocatas y una súper ración de bravas… y entonces mi amiga estalló, en voz baja pero estalló: «¿dónde me has traído? esto es un bar de chinos, ¿cómo van a saber hacer ellos las bravas, llevo dos meses te dije… en realidad fueron 4 meses, soñando día y noche con el momento de probar de nuevo el ajoaciete y la primera noche, mi primera noche me llevas a un bar cutre de chinos, que pretenden hacer comida española…» todo esto lo decía en voz bajita, porque es muy educada, pero se le escapaban aspavientos, movimientos de brazos, ojos iracundos, enfado en general, asco hacia mí. Yo sonreía, porque sabía que llevaba el comodín de la cocinera española, pero Eleonora, mi amiga italiana, no, lo desconocía. Sabía que iba a reaccionar de ese modo, que luego, cambiaría su parecer, que luego me pediría disculpas y haríamos el amor durante horas, en compensación a tal enfado injustificado… En eso, mientras ella refunfuñaba, y yo viajaba con mi imaginación, llegaron los bocatas y las bravas, ella cogió el cuchillo y el tenedor, y probó una patata, con cierto remilgo, como quien piensa«¿estará bueno o no lo estará?» comió otra, esta vez untándola más en el ajoaciete, y luego otra y otra y otra… su cara, iba cambiando por momentos, su gesto torcido arrugándose, suavizándose, emocionándose… Devoró el plato en menos de 3 minutos y eso que estaban ardiendo. Ella empezó a reír, y gritó: «camarero, son las mejores bravas de la ciudad, póngame otras» y yo empecé a reír, y ella también… sabía que le iban a gustar, que le iban a apasionar, que le iban a entusiasmar… Todo un triunfo el de este Molino, más allá de nuestras fronteras… Luego en la intimidad me dijo: «los chinos conquistarán el mundo, ya no cabe duda, si saben hacer mejores bravas que los valencianos, conquistarán el mundo» a lo que yo le expliqué: «la cocinera es española», un gran«ohhh» de sorpresa se dibujó en su rostro, y fue el final a una bonita y divertida noche de acción.
Alex L.
Rating des Ortes: 4 Valencia
¿Es posible que un chino haga unas bravas tan buenas como un cocinero español? Sí lamentablemente parece que no tenemos la fórmula del éxito. El Bar«el Molino» ha sido un restaurante de tapeo de toda la vida y ya llevo un tiempo bajo un nuevo dueño, Toni Chen. Efectivamente es chino pero sabe hacer las tapas como si llevara aquí toda la vida. En concreto, el negocio está en la calle Pintor Vilar número 1 y es uno de los templos de los trabajadores de Teletech. Este restaurante ha sobrevivido con el paso del tiempo y de dueños por dos razones. La primera es que continúan haciendo exactamente lo mismo que desde el principio: bocadillos y tapas de toda la vida. Pero sobre todo la razón más importante es el precio, Es uno de los restaurantes más baratos de la zona y se come bien. Para empezar tenéis cervezas y refrescos por solo 1,2 euros. Y por mucho poco 2 euros, tenéis hasta cervezas de importación. Si después de acabar una cena, queréis comenzar con un buen cubata, tenéis de todos los tamaños y sobre todo a muy buen precio. En el día a día, el negocio tiene unos menús por 7,5 euros con primero, entrante, segundo, postre y café y con una carta eminentemente española. Seguro que os preguntaréis cómo es posible. Pues como diría el eslogan: el secreto está en la mesa. En este caso en su cocinera que es española de toda la vida y de ahí la clave de su éxito. Siempre que os paséis, veréis que está lleno. En especial, en época de fallas, está completamente desbordado, increíble. Los fines de semana la parroquia suele ser gente joven y cenas de grupo que aprovechan para cenar barato y comenzar con la primera copa. Además el restaurante no está muy lejos del Carmen. Así podéis comenzar en esta zona y perfectamente ir encadenando copas hasta el Carmen. Una ruta como mínimo curiosa. Todo el barrio lo conoce como el «chino» aunque se llame el molino y desde luego, es una tradición unas cañas y unas buenas bravas. Además debo deciros que las raciones son bastante abundantes. Así que si tenéis la oportunidad de pasaros por la zona, probad sus tapas, sus cervezas y lo mejor, sus precios. Un local, con las tres B: Bueno, bonito y barato con acento chino.