Oiga, que uno ama mucho las paellas de su madre, que madres no hay más que una, pero ¿paellas igual sí o que?. Fuimos el pasado Diciembre a pasar unos días a Valencia aprovechando el puente y porque no decirlo, el frío que hacía en mi amada Zaragoza, buscando calorcito y playa. Y claro, como cual pirata que surca los mares en busca de su tesoro, así fui yo por tierras valencianas el último día, en busca de la paella encantada. Nos habían hablado de varios sitios, realmente piensas que es difícil que en pleno paseo marítimo de Valencia a pie de playa, sea complicado no comerse una buena paella. Aún así nos informamos e intentamos que la elección fuera un acierto. Después de un paseo más que purificador(y largo sea dicho) por la playa,(enorme y ancha playa), acompañados por muy poca gente y mucho sol, llegamos a la zona de bares-restaurantes. A pesar de llevar una idea y lugar escogido, hicimos paradas previas en cada uno de ellos, empapándonos de precios y carta, y porque no decirlo, del olor, y más en esas horas de hambre en su estado de más desarrollo. Llegamos a las Carabelas y a pesar de ser medianamente pronto, entramos. Esa prontitud en el horario, nos permite poder comer sin reserva. Eso sí, nada de comer pegado a la puerta y con las vistas al mar, toca el fondo del bar, no nos importa. El restaurante en sí, muy de playa, muy de siempre, muy…¿tú sabes no?, seguro que te lo has imaginado tal cual es. Total decidimos pedir… ¿que será?, ¿en serio… sí mire, esto así como granitos, de color amarillo, con ese color tan especial…¿paella… ESO… que no me salía. Pedimos paella para dos, y una ración de sepia y otra de calamares para compartir. Además de bebida nos decidimos por una jarrita de sangría bien fresca ¿original eh?. Oiga que a mi a veces me han dicho que parezco extranjero, y con el morenito del verano y como se me aclara un poco el pelo por el sol, me han llegado a hablar en inglés. Pues no les voy a defraudar!!, si hay que pedir menú de turista veraniego, se pide!!. Total que aquello fue un lujo para mis sentidos. La paella estaba ESPECTACULAR, y la sepia y los calamares estaban increíbles. Era un sabor especial y distinto. Mamá, que tus paellas me gustan las que más eh! pero es que estaba tan deliciosa, que me hizo replantearme mi ranking de paellas. My mother forever. El trato bien, pero un poco atolondrado y quizás no excesivamente alegre. Es cierto que aquello se llenó con la misma rapidez que el aquí presente devoró cada uno de esos pequeños e inocentes granos de arroz, y eso pudo influir en el estado natural del servicio. En definitiva aquello se petó. Sin duda alguna acertamos y me marché de allí con una sensación del deber cumplido como hacía días. Fue de esas veces que piensas que no es la última vez que estarás ahí. Valencia, buena ciudad, buena tierra, buena gente, buena playa… y buena paella, ¿alguien da más…
Verónica G.
Rating des Ortes: 4 Zaragoza
Que rica una paellita en la playa! Y si es en el mes de diciembre y hay casi 20 grados, yo diría que es un verdadero lujo!!. Esa suerte tuve en mi estancia en Valencia durante el puente de la Constitución. No podíamos marcharnos sin probar una y así terminamos en el restaurante las Carabelas. Fue una de las recomendaciones del recepcionista del hotel donde estuvimos alojados y vimos que tenía buenos comentarios en Unilocal,así que no nos costó mucho decidirnos… El local está justo enfrente de la playa y es muy amplio. Había bastante gente, pero como era pronto, conseguimos mesa aún sin tener reserva. Nos pedimos una jarrita fresca de sangría y empezamos con una ración de calamares y otra de sepia de aperitivo. Muy buenas las dos. Continuamos con una paella de pollo y conejo, con un tamaño bastante generoso, para compartir entre dos personas. También muy rica!.Y ya de postre, para rematar, me decidí por un trozo de tarta de zanahoria. Estaba todo muy bueno y salí del restaurante que podía haber llegado rodando al hotel perfectamente. Un verdadero acierto!
Raq N.
Rating des Ortes: 4 Valencia
Eran casi las 14 horas, el estómago empezaba a rugir y mi tiempo para comer era limitado, ya que a las 15 tenía que estar de nuevo en el trabajo, en la misma playa. De normal me tengo que conformar con un tupper de casa, pero ese día vinieron mis padres para hacerme un mediodía más atractivo y que pudiera comer de plato alguna vez en mi vida, me estoy empezando a plantear ponerme el sobre nombre de tupperwoman porque soy la viva imagen de ello. El caso es que después de dar varias vueltas a lo largo del paseo neptuno decidimos entrar aquí, no sé cuál fue la razón(bueno en parte sí, huimos despavoridos del menú del día a 28 pavos de La Pepica y cualquier menú con precio menor nos pareció estupendo). Estéticamente es un restaurante anticuado que no ha vivido una reforma en su vida ni tampoco un cambio de mobiliario o utillaje. Creo que, en parte, forma parte de su encanto. Nos sentó y atendió una camarera muy amable y cercana. No llevaban uniforme, era un sitio como muy de andar por casa. Me daba buena espina esto ya que a mi los sitios así tan kitsch me suelen gustar. Nos decidimos por el menú del día que constaba de: un entrante a elegir(calamares, puntilla, pescaditos, verdura plancha, ensalada valenciana), un plato principal(arroz a banda, de verduras, caldoso, negro, paella, fideuà, carne o pescado) y un postre(fruta natural, natillas, flan, profiteroles y helado). Todo esto por 15 €, bebida aparte. No es un regalo, pero para estar a pie de playa y viendo cómo se flipan los competidores, está muy bien. La chica nos explicó que hacían el arroz a petición, es decir, que teníamos que pedir el mismo arroz los 3 y nos lo hacían para nosotros. A mi no me apetecía arroz a banda, a mi me gusta más morenito y en mi casa, con el arroz, solo con esto, son un poco racistas. Al final dejé a mis padres elegir y la verdad es que salió bien la cosa. Soy muy exigente con los arroces, como buena valenciana, y he de decir que estaba muy bien hecho. El arroz estaba suelto y con mucho sabor a mar. El caldo y el pescado con el que estaba hecho serían de muy buena calidad para que el resultado fuera ese; he probado arroz a banda en los que he adivinado que era ese por el hallazgo de alguna gamba en la misma… No me he olvidado de los entrantes. Una buena ensalada valenciana, la puntilla fresca también, y los pescaditos muy sabrosos. Para postre yo me decanté por sandía, con pepitas que queda más tradicional, y mis padres natillas y profiteroles que fueron vistos y no vistos. Un ejemplo de que no tengo que juzgar a los restaurantes por su estética, que ya lo sabía, pero que por la playa aún era un poco reacia: p Era el restaurante que más lleno estaba, y además habían varias comidas de empresa alrededor. Y sí, por algo será…
Vicente V.
Rating des Ortes: 4 Valencia
Un sitio bueno en general. Hemos pedido un arroz negro que estaba bastante correcto. Clochinas, sepia y calamares muy buenas. El trato muy bueno, muy agradables y el precio razonable para estar donde esta. Para repetir si surge la ocasion, pero tampoco es para emocionarse.
Salvador M.
Rating des Ortes: 4 Almàssera, Valencia
Sin ser radicalmente diferente en una zona dominada por el pensamiento único –cocina típicamente valenciana en un ambiente rústico– si podríamos decir que Las Carabelas puede estar un pelín por encima de varios de sus pares del Paseo de Néptuno, la zona de restaurantes de Valencia en primera línea de playa. Tiene un menú de 15 € entre semana bastante solvente(tres entrantes más un arroz para elegir, bebida aparte) y comer aquí una paella acompañada con las especialidades de la zona(calamares, ensalada valenciana, puntilla o mejillones del Puerto de Valencia) te puede salir no muy caro, disfrutando siempre de materia prima fresca –lo que no siempre se puede decir de otros establecimientos vecinos– y con un servicio atento. Por cierto, en la celebración de bautizos –supongo que también en la de las celebraciones más o menos masivas– el servicio es rápido y eficiente. Opción a considerar en la Playa de Las Arenas.
Quelo R.
Rating des Ortes: 5 Valencia
Es un poco triste como conocí este restaurante. Un grupo de amigos salíamos del entierro de un viejo profesor y alguien dijo aquello de «el muerto al hoyo y el vivo al bollo». Y así lo hicimos. Era un día feo de invierno, de cielo cubierto y viento desagradable. Los cinco en un mismo coche, comentando anécdotas del finado y nos dejamos llevar por quien conducía. Hasta que nos plantamos en este restaurante tradicional de la Malvarrosa. Un día comentándolo con mi padre, me dijo que de pequeños íbamos bastante. El truco de su calidad ver a su encargado, Rafa, en los días de mercado del Cabanyal, los jueves, seleccionando personalmente el género. Y vaya si se nota. Cocina tradicional valenciana a buen precio; entrantes, un arroz para compartir, postres y café puede salir por unos 25 €. Mi arroz favorito el del Senyoret o pelaet como lo llama Rafa.