Esta mujer es amor. Supongo que todo el mundo dirá lo mismo de una persona que ha sido su dentista prácticamente desde que le salieron los objetivos de esta profesión. Pero yo digo más: esta mujer es AMOR. Y no es el primer dentista al que fui, pero sí con la que me quedé para siempre. Hay gente que le tiene pavor al dentista. Yo soy bastante tranquila para estas cosas, pero estoy convencida de que esta mujer amansa hasta a las fieras. Conmigo ha pagado parte de la universidad de sus hijos, porque me ha puesto tres ortodoncias diferentes y me ha sacado desde el último diente de leche hasta la primera muela del juicio. Derivado de mi buena experiencia tuvo lugar el efecto te-traigo-a-toda-mi-familia, y así han pasado por el sillón de Mª Victoria desde los más tranquilos a los más histéricos de mi casa y parte del extranjero. La consulta está ubicada en un piso normal, en el que el comedor hace de sala de espera y las dos habitaciones más grandes hacen de consulta. El piso no es enorme, pero el espacio está muy bien aprovechado y no es en absoluto cutre ni agobiante, está muy bien transformado. La única pega que tiene es que ella es la única doctora, junto a sus dos enfermeras, y cuando hay un paciente o intervención especialmente complicados las colas de espera pueden durar horas. Porque eso sí, nunca he ido y me he encontrado la sala de espera vacía, siempre está a rebosar y eso ya dice bastante de la profesionalidad de un médico y la satisfacción de sus pacientes. Las tres son muy agradables, lo que las vuelve especialmente recomendables para niños, y el lugar es todo lo contrario a la típica clínica con olor a hospital y tensión en el ambiente. En cuanto al precio, en estas cosas decir que algo es barato es casi lo peor que se puede hacer.