Repsol

Menuda joya en pleno centro de la ciudad. Vale, no hacen masajes ni regalan menús del día ¡ni falta que hace! Cada vez que he venido a dar de comer a uno de los amores de mi vida (nuestra Vespa del 85 restaurada por SSMM, Los Reyes Magos) me han atendido como pocas veces se ve: sonriendo, llamándome señorita, aconsejándome el mejor aceite y (atención) poniéndome ellos mismos el tubo del mismo en el depósito de la gasolina. Supongo que para que yo no me manche, claro.¡Pero qué requetebonicos son estos chicos, en serio! Yo me imagino que la gasolinera no es de ellos, pero quiero que sus jefes sepan que hacen su trabajo con una eficiencia y excelencia fabulosas.
Creo que el secreto está en que les gusta lo que hacen. ¿Cuántas veces ha visto a un dependiente de gasolinera atenderte con cara de pocos amigos y sin mirarte a la cara? mmm, yo algunas, pues aquí es como si estuvieran de tapas con sus amigos. La última vez que estuve había un par de coches delante de mí y el chico, con sus bonitos ojos azules (lo tenía que decir), nos despachó a todos como yo me tomo el café de la mañana: de trago. No dejaba de sonreír, de charlar con todos a la vez, y además tenía un amigo al lado que había venido a visitarlo se ve y habló con él medio minuto y amablemente le dijo que tenía faena y el amigo, muy agradable también, se fue. ¿Qué gasolina se pondrán estos chicos de buena mañana?
Como estación de servicio es enana, aunque tiene datáfono (imprescindible), pero no dispone de los servicios habituales que puedes encontrar en sus hermanas mayores Repsol de la ciudad (agua, aire, tienda etc). Aquí todo es medio portátil, parece que sea un quiosco de gasolina en vez de una estación, pero en realidad da un servicio impecable al conductor de vehículos de motor. Un surtidor de gasolina de 95, uno de diésel (si quieres la de 98 aquí no hay, amigo), aceites de scooter y de motor de dos tiempos y un chico sonriente y educadísimo con unos ojos preciosos ¿qué más quieres?