Rialto

Me encanta este teatro de aforo reducido como dicen algunos.
Tiene una cartelera y unos precios que se ajustan mucho a mi (y eso que ya no es teatre de la generalitat).
Su emplazamiento le ha permitido crear las Sesiones golfas los sábados que están arrasando pues después de pasar un rato divertido (son cómicos la mayoría de las veces otras magia, hipnotismo,… etc) estas en el Carmen!!!

El aforo del teatro no es grande pero eso propicia la cercanía a los actores y a la escena cosa que es de agradecer.
Las butacas son cómodas y las instalaciones están bien conservadas y limpias. El principal inconveniente es el calor que se pasa en la sala supongo que debe ser debido a una política de ahorro o a una limitación de su sistema de climatización.Cuenta con descuentos del 25% con la tarjeta joven, con el billete de tren o la tarjeta cultural.

Una perla de la ciudad a la que no vengo tanto como debería.
La Filmoteca en el último piso tiene una buena y completa programación por 2 €, y además está el teatro de la primera planta.
La cafetería tiene una decoración preciosa y ofrece tanto cafés como cócteles en un ambiente único.

La verdad, tengo muy buen recuerdo de este lugar porque allí fui a presenciar una vez un ballet basado en una de mis obras literarias favoritas.
Pero hubo también otras cosas que me dejaron un gran recuerdo de este sitio. Para empezar, la atención recibida por la taquillera a la hora de sacar las entradas me encantó. No se comportaba como una máquina expendedora, sino como un ser humano que es, al igual que nosotros.
Después, el local por dentro también me llamó la atención por lo grande y espaciado que era el recibidor en sí y el pasillo que conducía a la sala de las butacas. Como habíamos llegado pronto, estuvimos un buen rato disfrutando del elegante servicio de cafetería que allí tienen, en el cual aproveché para tomarme un delicioso té americano.
Y después, una vez entramos a la sala en sí (grande, preciosa, con una iluminación ideal y unos asientos de un atractivo color oscuro) nos tocó en la parte de arriba (el balcón), y la verdad es que nos divertimos muchísimo observando con plena visibilidad de vista aérea la estupenda obra desde aquella elegante barandilla.
¡Salimos todos muy contentos!

El edificio que acoge la Filmoteca y el Teatro Rialto tiene en su planta baja una cafetería que no se queda en mero complemento y tiene mucho encanto. La visita al bar se hace imprescindible para encarar con caféína en el cuerpo algunas proyecciones de cinematografías espesas, y a menudo coincides con los actores que tienen función allí. Eso mola, por supuesto.
Es una sala grande, con un par de zonas elevadas, mesas con taburetes altos y un servicio sobrio, de toda la vida, que al estar vinculado a la farándula no resulta anticuado sino mundano. Cuenta además, en su salida trasera, con una terraza en calle peatonal que desconecta de súbito del ajetreo de la plaza del Ayuntamiento. Aunque no acudas ni al Teatro ni a la Filmoteca, el Rialto es, en caso de necesidad de un café, una cerveza o un menú de mediodía, una opción a tener muy en cuenta.

Fui a este teatro después de haber estado en el Principal y en el Olympia, así que me sorprendió. No es como aquellos, de corte clásico, butacas en rojo, todas en línea recta ante un escenario alto, lejano y los palcos a los lados, distanciando las clases.
El Rialto es un teatro moderno, cercano, donde parece que te metas dentro de la obra, con las butacas en semicírculo buscando el mejor ángulo de visión desde todos los lados. Parece más pequeño de lo que es, lo que le da un carácter íntimo, acogedor, me gusta.
He visto varias obras, casi todas de producción propia, recuerdo una clásica, otra de una obra de los años 60 y otra que no entendí del todo. Y es que esto es lo bueno del teatro, sabes lo que vas a ver, pero cada función es única. Una vez empieza la función vives con los personajes, es una experiencia nueva, a veces mejor, a veces peor, pero siempre diferente.