Esta cafetería en la zona de Facultad de Medicina me resulta muy pintoresca. La veía desde el colectivo todos los dias camino al trabajo y una vez me bajé y me senté a tomar un café. No hay muchas mesas y está bueno porque casi todas dan a la calle. Predomina el color amarillo y los muebles son medio vintage. Las mesitas parecen de alguna película de los cincuentas. El café es de la marca siboney y es muy sabroso e intenso. Está en una esquina muy transitada por muchas lineas de colectivos, taxis y autos. Pero adentro es otra cosa, el ambiente es tranquilo. Suele haber muchos hombres solitarios con su diario y su infusión. Los baños son limpios. La atención es muy buena y los mozos tienen sus trajecito tipo uniforme. Me llamó la atención que no sonara música ni que haya alguna tv prendida con el noticiero. Parece que es parte del espíritu del lugar.
Luis O.
Rating des Ortes: 4 Buenos Aires, Argentina
Fui para buscar un café, di la vuelta por la entrada y me senté en la silla que da a la ventana pero con visión del lado interno. Antes de sentarme, escuché a uno de los hombres que chistaba, por algo que estaba pasando detrás de la barra. Con un tiempo intransferible e individual. El hombre de anteojos de marco grueso, me extendió la carta, me anticipé y le hice la seña de un café con el índice y el pulgar, con una respuesta inmediata, me preguntó «Jarrito», le respondí honestamente. En pocos minutos la máquina empezó a funcionar y para matar el tiempo de espera, empecé a buscar una distracción. En la mesa opuesta estaba un hombre hablando por celular, con mucha verborragia, unos minutos después llegó otro hombre con presencia deportiva, que inmediatamente tomó el Olé. En la barra, el mozo encargado de mi pedido, intercambió unas palabras muy simples con el otro hombre que no estaba vestido de delantal. Sin dudar un solo segundo, me trajo el pedido con un par de aditivos, con un vaso de soda y con una galletita. Después de sacudir un poco el saquito de azúcar, después de una lluvia blanca, vino el primer sorbo y realmente el café no tiene grandes sabores, pero la experiencia de entrar a un lugar parado en el tiempo, sin wifi con diario sin televisor y con radio. Todo terminó con efectivo y después me tiré con los sonidos clásicos de un bar, hecho en el tiempo y dejado en ese lugar.