El mejor tostado de todo Colegiales. El Bar Conde tiene algo de mágico, de nostálgico. Si viniste una vez, siempre vas a querer volver. No es cool, no está de moda, es simplemente un bar para desayunar o almorzar rico. Para tomarte una cerveza un martes a la tarde. Mi recomendación: sentate en una de las ventanas que dan a la calle y mira Federico Lacroze mientras tomas un café.
Alejandra C.
Rating des Ortes: 4 Buenos Aires, Argentina
El Bar Conde es un ‘viejo conocido’ para mí. Situado en una transitada esquina de Colegiales, es un bar con mucha historia en la zona. Todavía conserva el aire de antaño, con una decoración que oscila entre cuadritos con frases y posters de películas, o bien de imagenes tradicionales de Buenos Aires. Y tiene un rinconcito con una pequeña biblioteca que invita a los clientes a leer o a llevarse un libro y dejar otro a cambio. Siempre está lleno de señores del barrio que van a leer el diario y/o a mirar tele y charlar. Tiene mesas y sillas viejas, nada demasiado cómodo, a decir verdad. El típico cafetín, esa onda. Hace tiempo tenían una gata grandota que andaba entre las mesas pero, lamentablemente, era muy viejita y se fue«al cielo de los gatos». La carta es acotada pero todo lo que sirven es rico y abundante, desde sandwiches de milanesa, hamburguesas, tostados, etc. Recomiendo el jamón crudo, muy bueno! También ofrecen café, té, jugos, medialunas, etc. La atención es lo mejor, siempre muy amables, aunque pueden tardar bastante en traer la cuenta. Tienen wifi. Es un buen lugar para ir a tomar algo o almorzar rápidamente. No sé qué tiene, pero seguro un cierto encanto que me atrae una y otra vez.
Nico L.
Rating des Ortes: 3 Buenos Aires, Argentina
Durante un año viví frente al Bar Conde y fue durante un año mi oficina. Clásico, sobrio, no demasiado ruidoso, bien iluminado y atendido con onda por sus dueños, este bar que es casi un estereotipo de bar es el lugar ideal para sentarse a laburar a la antigua, porque no tiene wifi ni enchufes para las netbooks, Además de todo eso, hacen unos sandwiches maravillosos con pan siempre fresco y abundancia en el relleno: el de matambre y el de crudo son mis favoritos y por unos 50 pesos rinden como un almuerzo. Un detalle poco común para este tipo de bares: la birra viene en porrones y tienen variedad. No les pidas nada extraño ni artesanal pero no trabajan con una sola marca de industriales sino que hay para elegir entre varias. Bienvenido sea.
Mariana K.
Rating des Ortes: 3 Buenos Aires, Argentina
Bar Conde es uno de esos lugares que tal vez no te ofrezcan nada en especial, el café con leche es espumoso como en muchos lados, el cortado está bien, hay medialunas ricas pero hay una cosa que hace que me interese. Creo que lo más lindo del lugar es que parece salido de una novela bien porteña. Me gusta pensar al bar como si tuviera alma de escritor/a. Hay ventanales amplísimos en los que la gente se acoda mientras en la mesa desparrama los diarios. Es un lugar donde el tiempo parece que no pasa. Es común entrar y que varios levanten la vista al mismo tiempo como despertándose de la somnolencia de esas«siestas con los ojos abiertos». Los sanguchitos con manteca y jamón crudo son bocatto di cardinale. En invierno es común ver mesas repletas de apuntes y estudiantes que se pasan horas leyendo o debatiendo proyectos. Que no te extrañe que el mozo venga y te diga: «¿se viene otra ronda de café con leche?». A veces en verano, cuando los ventanales están abiertos, el ruido de la avenida puede ser un poco molesto. Falta el gato que solía estar siempre indiferente pero que era el habitué del lugar. Una pena.
Ariana A.
Rating des Ortes: 3 Buenos Aires, Argentina
Sobre la transitada Lacroze, pero en una parte todavía con alma de barrio, se alza el Bar Conde. Amplísimo, con ventanas antiguas inmensas y mesas de madera se abre al público un bar a la vez tradicional y con alma. Una barra al estilo viejo almacén completa la imagen un tanto anacrónica de este bar al viejo estilo. El techo lejano, bien alto y sin«aprovechar», como cada centímetro de esta ciudad amontonada y de pensamiento inmobiliario, da esa sensación de alivio y libertad que sólo la amplitud permite. Viejos cuadritos en las paredes(uno bien alto, casi tratando de pasar desapercibido, del mundial ’78) y algún afiche pueblan las paredes. El menú es sencillo y tradicional. Atienden al público un joven simpático y un señor con marcado acento español. Para los habitués, una noticia triste: hace un mes murió el gato que pasaba horas junto a las mesas acompañando a los que leen el diario o subrayan un apunte. Mi recomendación: tiempo para perder, café con leche y tostado y mirar por la ventana a los viejos del barrio cruzando mal la avenida.