Museo Isaac Fernandez Blanco

Qué lástima que un museo tan bello esté tan tan descuidado!
Falta que un jardinero arregle toda la parte exterior y el fondo que parece un terreno baldío.
Pudimos dar una vuelta por el jardín y los exteriores, ya que luego de haber pagado la entrada vimos una gran cola para ingresar.
Al ver que no avanzaba y esperábamos demasiado, consultamos a las sras. que teníamos adelante si sabían por qué la demora y nos comentan que era porque estaban esperando a que se haga el horario para una obra.
Luego de ir a la caja y consultar si el museo se podía recorrer igual e informarnos que no, nos devolvieron el dinero y nos fuimos.
La arquitectura es hermosa, volvería a visitar su interior, ya que me lo recomendaron.

Si, es cierto: el estado del Museo Isaac Fernández Blanco podría mejorar un poco, duele ver su jardín crecido y parte del edificio abandonado. Pero sería injusta si no dijera que de todos modos el lugar me cautivó. Quizás fue su gomero centenario que anuncia la llegada escapándose entre los muros.
Siempre quise conocerlo pero esta vez me convocó la Muestra de Arte Popular Latinoamericano que se inauguró ayer y que permanecerá abierta al público hasta enero de 2015. La entrada sale $ 20 y permite el acceso al segundo edificio que completa el museo en la calle Libertador.
La muestra es exquisita; me costó darme cuenta que muchas de sus piezas estaban forjadas a partir del barro, la madera y el hierro. La influencia española, portuguesa y hasta morisca está presente en sus trazos y temáticas siendo la religión católica la musa inspiradora de buena parte de las obras. Emociona hasta al más ateo, no dejo de imaginar que manos privilegiadas pueden labrar la arcilla o la plata para transformarla en platos, estatuas, instrumentos musicales, cuadros o máscaras con tanta delicadeza.
El patio es un capítulo aparte en este rincón verde tan escondido de la ciudad. Hay sectores prolijamente cuidados y otros que parecen un baldío; una lástima. Pero el sonido de los pájaros, la humedad de sus plantas y el bullicio lejano hacen de este oasis un lugar memorable. Vale la pena visitarlo, y volver.

Todos deben ir a un remate de obras de arte, aunque no les interesen los remates ni las obras de arte. Viví esa experiencia en el Museo Isaac Fernández Blanco, en una subasta organizada por la Asociación de Amigos del lugar: había obras que tienen que ver con el estilo barroco hispanoamericano del lugar, pero también de artistas contemporáneos (recuerdo que había dos chicas jóvenes que habían ido para comprar un cuadro de Milo Lockett). Van subiendo las cifras, algunos compradores participan por vía telefónica, se sube el tono de voz, se felicitan cuando alguno concreta la transacción. Hay piezas que quieren todos, por las que pugnan un buen rato, y hay otras por las que nadie ofrece dos pesos.
El Museo está en lo que fue la mansión de la familia Fernández Blanco, conocido como Palacio Noël, de estilo neocolonial. El patio es encantador, con piso empedrado, bancos y árboles centenarios. Su colección de platería y muebles de los siglos XVI a XIX permite recrear la vida de las familias aristocráticas de ese entonces, al igual que una colección de ¡peinetas!
Todos los fines de semana organizan visitas al edificio y las exposiciones permanentes. También se realizan conciertos de música, que en ese marco deben ser muy agradables.

Amo este museo y me encanta visitarlo, aunque ya haya ido muchas veces. Por esa razón me resultó tan deprimente que, la última vez que fui, se encontrara tan degradado.
Ubicado en el Palacio Noël, este solar es una de las pocas casas con jardín que quedan en el centro y de verdad era muy lindo ir a pasear por el amplio parque con el que cuenta. Ahora, el lugar está MUY descuidado. Cuanto más te alejas de la entrada peor el estado. Es una lástima porque se podría generar un espacio bonito para que la gente vaya a sentarse a leer al aire libre o algo así. En su lugar sólo hay yuyos altos y azulejos rotos.
En cuanto a la colección, dentro del museo, no tengo quejas. El barroco hispanoamericano es algo muy particular e interesante. La exposición de los objetos de este estilo está bien curada, con explicaciones y un recorrido definido que permite entender la historia detrás de esta manifestación artística tan peculiar.
En el subsuelo, donde hay objetos de la Argentina en el siglo XIX, varias salas estaban cerradas. En el plano figuraban 3 más de las que yo pude ver.
En el primer piso, hay más expresiones de arte sacro (exposición hermosa de Vírgenes americanas) junto con otras cosas, como una colección grande de cajas en madera. La visita hubiese sido más agradable si la señora que cuida las salas no me hubiera perseguido por todo el museo. No me podía detener más de dos minutos a leer los carteles, que ya sentía que estaba abusando de la paciencia de esta mujer.
En un momento saqué el celular para ver la hora y me tuve que aguantar un reto de esta dama que me dijo que no podía sacar fotos. Protesté un poco pero me volvió a repetir que no podía tomar fotografías así que desistí y seguí caminando por las salas con la señora, ahora, medio metro más cerca.
Aclaro que todo está exhibido detrás de vidrios, así que si temían que me robara algo, la vigilancia me resultó excesiva.
Lo que más me gustó en esta última visita fue la sala más nueva que abrieron, donde están expuestos varios violines, el más importante, un Guarnerius del siglo XVI.
Un último dato: Se suelen hacer conciertos de música clásica o barroca dentro del museo. Es una experiencia muy linda, así que vale la pena averiguar e ir