Recibir una encomienda es algo que me sucede muy pocas veces en la vida, así que cada vez que voy a buscarla es algo emocionante. La última me la mandaron por Andreani y tuve que ir a buscarla en pleno centro, lo cual es algo inconveniente porque no siempre hay lugar para estacionar y conseguir un taxi no es nada fácil. Ubicado en la esquina de Humberto Primo y Tucumán, el local de Andreani no es muy cómodo para esperar un buen rato. Hay un gran mostrador en diagonal, unas seis sillas como mucho y si se juntan más de siete personas esperando se siente algo chico. Justo ese día, había una sola empleada atendiendo al público, así que a pesar de que éramos sólo cuatro clientes tardó un buen rato con cada uno. Del servicio de envíos no me puedo quejar, me ofrecieron un número de seguimiento bastante preciso, por lo que pude manejar mi ansiedad.