Mate´o

Comedor clásico de barrio, porciones enormes y ruido excesivo de tanta gente. Pero la comida es caserisima y económica. No exigir detalles como servilletas de tela o copones de vino. Sí hay platos a la altura de un restaurante gourmet, muy elaborados, y también sencillos tipo minutas. Sándwiches muy buenos, gaseosas de tamaño familiar, algunos vinos de media calidad. Muy recomendable para ir en familia. Abierto todo el día.

Una noche mi mamá llega re feliz de la cena con sus compañeros de trabajo y me dice: «No sabes, fuimos a comer al bar de la esquina de la Terminal, comimos como nunca. Estoy que exploto» A lo que la miré sorprendida, pensando como esta mujer nunca había ido a Mateo´s.
«Si má, nosotras con las chicas de la facu fuimos un montón de veces» le respondí, para que se de cuenta que entendía lo que le estaba pasando. Es que es cierto, las noches de estudio las hacíamos en el departamento de mi amiga Mery, en la casa de Marianita o en la de Ale, todas ubicadas en los alrededores del lugar en cuestión.
Como suele pasar, cuando el examen es al día siguiente las horas son contadas y no se puede desperdiciar el tiempo haciendo mandados o controlando la olla de fideos (chiste, tampoco era para tanto jaja), entonces nos tomabamos un rato para ir a Mateo´s y elegir la cena.
Cuando los mozos nos veían entrar, ya nos conocían y nos acercábamos directamente a la barra para elegir la comida. Generalmente, pedíamos pollo al horno con papas, pizzas, milanesas con puré o el menú del día si era para el almuerzo y durante la espera no podían dejar de darnos las tostaditas saborizadas que sirven en todas las mesas.
Es el típico bar de barrio que encajaría en cualquier ciudad del país, con mesas y sillas de caño, manteles de colores y a cuadrillé, floreros con flores de plástico como centro de mesa, sifones de vidrio, vajilla de cualquier hogar y mucho más. Igual, creo yo que a sus clientes esto no les importa para nada, sino que todos se acercan a Mateo´s para disfrutar a precios accesibles, un café, una porción de arroz con pollo o un plato super abundante de fideos con salsa.

¿Bajaste del micro, tenés frío en una ciudad extraña –aunque en el fondo todas las ciudades se parecen– y querés urgentemente algo caliente y reconfortante? andá a Mateo. Desde mi punto de vista, es ideal para el invierno, sobre todo para las mañanas de invierno.
Igual, si es verano, también lo recomiendo. O sea, dentro de la zona de la terminal, donde hay una impronta un tanto extraña en cuanto a escenas y sujetos, miradas fugaces y voces provocadoras, es Mateo el bar que más se parece a algo familiar y tranquilo.
De todos modos, si andás con la plata justeli, y no te molesta el panorama de novela policial, cruzate directamente a los bares de calle Santa Fe. Porque Mateo no es el más económico de los bares o restoranes del área, aunque los precios se mantienen en lo barato.
Hace poco estuve esperando en Mateo a una amiga que vino de Chaco a probar suerte en Rosario, en lo que sea que haya. Llegó a la tardecita así que la invité unos carlitos, que me parecieron lo más típico para recibir a una que quiere sumarse a esta masa ciudadana de cada día.
No estaban nada mal, digo, los carlitos. Ella había escuchado nombrar esta receta, y el encuentro directo, según sus palabras, «fue agradable».

Comenzó a ser y sera de ahora en mas el lugar para estacionar cuando quiera escapar de la tensión que te genera el estar en la terminal. Ya sea para una cerveza, o un café siempre podes pasar un buen rato lo de Mateo.
Ubicado en esquina Córdoba y Cafferata, desde ahí uno puede observar el movimiento de la terminal desde una de las tantas de sus vidrieras o el paisaje urbano.
La atención del lugar es muy amable, muy atenta… Un lugar muy tranquilo para terminar el Domingo. Te dejan al servicio los diarios y revistas. Siempre posee «menú del día», es un lugar de precio moderado.
La verdad que mis respetos hacia el chef en todo momento que se me fue servido algo.
Para ponerle alguna etiqueta, diría un lugar «bien argentino», un bar típico de nuestro suelo nativo, hasta hubo tango en mucho de los momentos que disfrute del lugar.

Dudando de tomarme un café o comer algo mientras esperaba que se solucione un tema con el auto, al ver que había choferes de líneas de larga distancia, y me dije, seguro está muy bien.
El típico bodegón de esquina, que creo recordar lleva siglos en el mismo lugar.
Parece que entras a una película del os años 70, me senté y me empecé a reír de lo que pensaría mi mujer al ver el florerito, la foto se lo confirma.
Mientras esperaba, veía pasar los platos y me llame a la reflexión, porque si llegas a terminarlos en una tarde de calor como la de ese día, más te vale tengas una cama cerca para dormir la digestión.
Eran gigantes los platos, el menú marcaba 60 pesos, un poco caro pero se ve que lo valía.
Las paneras tenían pancitos saborizados, y quesito blanco para untar, todo un detalle en un bodegón que no se estila.
Vi pasar cervezas con el típico termo de telgopor para mantener el frío que me hizo pensar en Brasil, Rosario esta con más calor pero sin mar y camarones en la playa.
Todos los periódicos a tu alcance en la tipa caja de madera colgada de la barra.
Pobres mozas, dos y no daba abasto, ya que tiene terraza con mesas que hay que ser valiente para sentarse allí, entre el tránsito, el ruido y el smog creo sales enfermo.
Por lo demás, climatizado, no hacía calor. Y tienen WiFi para whatsappear con los amigos.
Termine pidiendo café y un bizcocho, hasta la noche a las ocho.