El gato en la ventana es un bar por definición porteño, ya que entre la carta sencilla, el mobiliario noventero, y la música latina, termina siendo una marca registrada del«sucucho» criollo de Valparaíso. El bar está lleno la mayor parte del tiempo, principalmente de jóvenes que entre alternativos, hippies o gente común y corriente, hacen de la noche, algo súper mixto, y donde puedes conocer mucha gente interesante. La vez que fui, sólo me dediqué a escuchar unos poetas callejeros, conversar, relajarme y beber cerveza nacional, pero sin duda fue una noche de las más divertidas en mi Valpo querido. Lo otro interesante, es que mientras está cerrado, El gato en la ventana, ayuda a la onda de la subida Cumming con sus coloridas pinturas, algo que hoy por hoy es marca registrada de la ciudad.
Maca S.
Rating des Ortes: 4 Santiago de Chile, Chile
No podía dejar de escribir sobre este local, uno de los tantos bares de la subida en el cerro Cuming, que te recibe con un cartel de un gato en la ventana, algo que los porteños podrían instaurar como el escudo de la ciudad y de sus cerros. No podía dejar de hablarles sobre El Gato En La Ventana, porque es un muy buen representante de lo que es la noche en el puerto. El local es como un amplio galpón, con sillas y mesas plásticas a su alrededor y que se van acomodando de acuerdo a la llegada de los visitantes. De fondo se escucha música latinoamericana y corren cervezas de litro, cuando aún es temprano y no hay mucha gente. A medida que pasan las horas se llena y empiezan a correr por las mesas las jarras de pipeño, terremoto y vinos con fruta. La onda de este bar es la música latinoamericana y en vivo: cada noche se presenta al menos una banda o cantautor y, además, ingresan libremente músicos itinerantes que tocan un par de canciones y ofrecen sus discos para difundir su trabajo. Así mismo es la fusión, tal como todo en el puerto, también se van mezclando los asistentes –jóvenes universitarios, gente adulta y uno que otro viejito del puerto– con los vendedores ambulantes que entran: el clásico vendedor de maní, el artesano de aros y algún otro artista mostrando sus trabajos. Si buscas un bar lujoso acá no lo encuentras. La onda es más bien un espacio común, donde compartir un buen vino con los amigos, conversar y conocer gente, además de encontrar más de alguna sorpresa en la noche. Como punto de partida para ir a bailar después también funciona, aunque pasadas las horas acá también terminas bailando los ritmos populares de la cumbia, salsa y saya. Recuerdo que, varios años atrás, siempre veía a Chinoy los viernes, a veces sólo tomándose algo, otras subía a tocar con su guitarra.
Carla Andrea P.
Rating des Ortes: 3 Santiago de Chile, Chile
Desde hace varios años atrás que me habían hablado de este lugar, y si bien, iba a Valparaíso un par de veces al año nunca lo visité, esto hace un par de meses atrás cuando me arranqué por el fin de semana con mi mejor amiga con destino al puerto. Al llegar nos instalamos en la hostal y fuimos a recorrer los cerros que tanto nos gustan, entre conversa y conversa le comenté de este lugar que me había recomendado varias veces y que me había dicho que era de «nuestra onda», pues bien, nos quedaba a cuatro cuadras de donde estábamos así que partimos en la noche para allá. El lugar es como un galpón, amplio y bien frío, con mesas y sillas de plásticos de alguna marca cervecera, una pequeña barra con poca variedad para calmar la sed y un escenario. Llegamos a eso de las 23:00 hrs y éramos pocas personas, no más de cuatro mesas, acompañados de música latinoamericana para amenizar el ambiente y un litro de cerveza sobre la mesa. Al rato comenzó a llegar más gente hasta que se llenó el lugar, y jóvenes trovadores pasaban por tu lado informándote que subirían al escenario a cantar y que si te gustaba podías comprar el CD por no más de dos lucas. Durante la noche fueron aproximadamente cinco músicos que presentaron su trabajo por no más de media hora cada uno. El cierre lo dio una banda andina conocida en el puerto, los que interpretaron temas de grupos consolidados como Inti Illimani, Illapu o Los K’jarkas, luego de un descanso los mismos músicos se soltaron un poco más y encendieron el lugar con cumbias, alguna que otra salsa y la infaltable saya que tanto me gusta, así que no me quedó de otra que ponerme a bailar.