Cuando llegaron las paletas Cócolo de Teziutlán a Puebla, nos hicimos un poquito adictos a ellas. — No perdón, suena feo -. Mejor les digo que se nos hizo el hábito de recompensarnos con paletas de muchísima calidad. Las paletas nos quedaban lejísimos, y solo podíamos saborearlas cuando íbamos al Tae ó al Palacio de Hierro. Un buen día, en el Café las Glorias vimos que las vendían. Dos pesitos más caras, pero hombre, la cercanía bien que valían la pena. Después quedamos de vernos con más personas ahí, hasta que se nos volvió un buen punto de reunión para el desayuno o la hora del lunch. El lugar es agradable y la dueña no está siempre, pero sí lo bastante cerca, como para llevarlo de la mejor manera.