Café Tamayo

Aunque ya tiene tiempo que lo visité, aún recuerdo que lo que me gustó del Café Tamayo es que es un sitio fresco, acogedor, un buen servicio por parte de la gente que ahí labora y con un café frapuccino bastante recomendable, es lo que puedo mencionar acerca de este local ubicado a unos pasitos del Centro de Tlalpan, al sur del Distrito Federal.
Lo destacado del sitio además de lo mencionado, es que pese a estar en el corazón de dicha demarcación el ambiente es muy tranquilo y poco bullicioso, aunque eso si, el espacio entre las mesas y del local en general es muy chico, pero no quita de que sea un sitio guapo para pasarla en compañia de tu media naranja.
Además del café frío, cuenta también con sus variedades cálidas que tampoco se quedan atrás y si deseas algo frío pero más pegador, el Tamayo también ofrece cervezas a precios módicos y en un buen ambiente para bajarte algo que ordenes de su carta como son las baguettes, alguna sopa, ensaladas, pollo, carne, entre otras ofertas culinarias que tiene.

Si quieres alejarte del ruido y las aglomeraciones en el Centro de Tlalpan, aquí podrás pasarla bien y encontrarás una atención más personalizada. Tampoco esperes que sea un tipo antro ni nada por el estilo, es más bien para hacer una parada antes de continuar tu recorrido.
Aun así, vale mucho la pena echarle un vistazo a la carta, en lo particular el pastel de carne me gustó y lo acompañé con un botongo, que es jugo de naranja con helado de vainilla. ¿Extraña combinación? Tal vez.
Si vas más bien en plan de cafetear, entonces el capuccino Tamayo, que tiene un piquete de Kalhúa te hará feliz. No puedes irte sin probar el baguette francés, muy completo y para los gustos más exigentes.
Toma en cuenta que es un lugar pequeño, dale la oportunidad y prueba algo distinto a todo lo que hay alrededor. Ojo: El buffet es una gran opción para comer completo y sin gastar de más.

Todos los lugares del Centro de Tlalpan son bulliciosos y pequeños; el Café Tamayo sólo es pequeño. En contraste con los otros establecimiento, aquí puedes charlar con calma, comenzar y terminar un diálogo sin abruptas interrupciones y tomando un café o un té o una cerveza o un vino o tal. El lugar, como he dicho, es pequeño y lindo, se ve amplio por los colores claros de las paredes y el ventanal de la fachada. Y aunque pretende ser un gran café de élite, sus precios no son elevados y su carta es amplia, pues va desde la cocina mexicana hasta intentar imitar un restaurante europeo. No hay que ser tan rígidos cuando se trata de encontrar un lugar apacible y a barato para charlar de cosas trascendentales.
El Tamayo no es grande como el pintor, ni ostentoso como su obra, pero puede ser un rinconcito pequeño y acogedor donde refugiarse un rato del bullicio ensordecedor, de los cafés tumultuosos y de los bares con olor a cerveza seca.

Vuelves al Centro de Tlalpan. ¿Esta vez qué será? ¿Fiesta? ¿Lingotazos al estilo del Cónsul Lowry? ¿Café fresita? ¿Sí? Órale. En medio del licor que suena a escorrentías, el café Tamayo está bonito, presume de poco; sólo su nombre y algunos platillos. En una zona popular, donde la gente se desgañita día y noche, pues claro que van a vender, pastas, ensaladas, pescado, pollo, carne, sopas, tapas, desayunos (afortunadamente) en paquete, té, rico pastel de elote, entradas como aceitunas, queso, ese tipo de cosas, servicio de bar (¿Quién no vende bebidas alcohólicas?), una aparente carta de vinos muy finos, ambiente para disfrutar de una «cena romántica», ya saben, un café que nunca te va a sorprender por su ingenio, el tema, la música, yo qué sé. La comida es buena; tu estómago no se la pasa mal después. La baguette francés se aleja del adjetivo «buena», igual que el pescado marlín, sellado a la plancha en vinagreta de champagne y vainas de vainilla natural. Lo sé. Suena muy pretencioso, pero bueno, no lo leas y sólo pruébalo.