Monumento a la Madre

Viendo el monumento a la madre me pregunto, ¿Dónde está el del padre?
En nuestra cultura mexicana tan extraña, reconocida en Latinoamérica por su machismo incontrolable, la madre es la que está en el pedestal y además es la que educa a los machistas.
Tanto es el culto a la madre que en México, a diferencia de América Latina, que el día de la madre, 10 de mayo todos lo saben, es fiesta nacional en el que si uno no está con su madre es un mal hijo, en el que se llenan los restaurantes, se regalan lavadoras y licuadoras, el tráfico es supremo y las flores son lo más cotizado.
Tal vez eso explique por qué hay un monumento a la madre que ha estado en el abandono por años.

«Madre sólo hay una» es lo que todos profesan el 10 de mayo, pero una madre es todo el tiempo, incluso desde antes de nacer, para un hijo la madre no es una persona, no es una mujer, es el centro del universo, es el universo mismo. No es de extrañarse que por eso le hayan hecho un monumento a ellas, deberían tener más, ser madre debería ser una profesión.
Este monumento si bien no tiene todos los colores, colores que metafóricamente llenan las madres nuestra vida, si denota que para esta ciudad, para esta población las madres tienen un papel fundamental, muchas veces el cual no lo captamos hasta que nos hacen falta temporal o permanentemente.
Es usado por manifestantes cuando hacen sus plantones, creo que lo hacen porque inconscientemente piden a gritos el apoyo de alguien, tal vez ellas, que siempre están ahí todo el año a todas horas, las madres mexicanas.

Esta ciudad está repleta de monumentos, algunos famosos y otros no tanto. Este en particular se halla en el medio: es conocido, pero a veces nadie lo ubica. Sus estatuas miran estoicamente el firmamento del DF en honor a las madres, «Aquellas que nos amaron antes de conocernos», como reza la placa. Desafortunadamente el estoicismo caracteriza también al trato que se le ha dado; se nota ya el deterioro y paso del tiempo por la superficie, y no hay señales de que el gobierno local tome cartas en el asunto.
No obstante, es un punto de referencia en la zona y bien merece ser reconocida. Si tienes oportunidad, ven a checarla antes de que pase al olvido como muchas cosas en esta urbe.

En medio de una enorme plaza encontramos una enorme escultura que evoca a los tiempos de la diosa Isis o de la Virgen María, ambas figuras emblemáticas de uno de los grandes pilares de la sociedad occidental: la madre. A unos pasos de Reforma encontramos este lugar que bien puede servir para muchos como lugar de descanso o punto de encuentro, mientras que para otros sera el depositorio de enorme agradecimiento que le guardamos la mayoría de las personas a nuestras señoras progenitoras. Aunque el momumento esta muy bien preservado, se encuentra tomado por personas con recursos prácticamente nulos; por lo que la tienen llena de basura y con olores poco agradables. Sin embargo, no por eso debes dejar de conocer este hermoso sitio. A unas calles de ahí suele ponerse un tianguis, el cual puedes visitar ya que andas por ahí. Una buena recomendación que te puedo hacer es, evidentemente, que lleves a tu madre.

En México hay dos cosas sagradas la Madre y la Virgen de Guadalupe, y para la importancia de tal figura en este país, la verdad es que el monumento a la madre les desmerece un poco a todas las cabecitas de algodón del país.
La primer piedra de esta obra se puso en 1944 y se finalizó su construcción en 1949, tiene tres figuras un indígena escribiendo, una indígena con un maiz, simbolizando la fertilidad y una madre al centro cargando a un bebé.
Este espacio ha dado lugar a múltimples manifestaciones, que son el pan de cada día en esta metrópoli, y no era de extrañarse pasar por ahí y ver gente desnuda pertenecientes al movimiento de los 400 pueblos defendiendo su lucha, pero eso ya terminó, así que pueden «admirarlo» en todo su esplendor…

Todos hemos pasado por este singular monumento pero pocos saben la historia tras de él.
Curiosamente, el día de las madres empezó a festejarse un 10 de mayo de 1921 debido a que uno grupo de trabajadores del periódico Excélsior decidió rendir una especie de homenaje de aquellas mujeres que cuidan, educan, consienten y aman a sus hijos.
Debido a esto, varios años después, Manuel Ávila Camacho colocó la primera piedra del que sería el monumento a aquellas mujeres que nos dan la vida y son el pilar de la sociedad. Para realizar la escultura que vemos hoy, el Excélsior lanzó una convocatoria, donde el ganador fue Luis Ortíz Monasterio.
El Monumento a la Madre cuenta con tres esculturas: la primera, un indígena en posición de escribir; la segunda, una mujer indígena con una mazorca (el cual simboliza la fertilidad); y la tercera, una mujer con rebozo con su pequeño en brazos.

A la que nos amó antes de conocernos, reza la placa de este monumento tan vitoreado y floreado en mayo pero ignorado el resto del año. Y es que este bloque de cantera, ubicado en el Jardín del Arte entre los límites de la colonia San Rafael y Tabacalera, tiene hoy un aspecto un tanto olvidado.
De no ser por un tianguis que se instala de vez en cuando a su alrededor y el estacionamiento público construido debajo de él, quizá lo artístico del nombre que le da lugar sólo quedaría como acotación para ubicarlo.
Dado lo transitado de la zona entre Sullivan, Villalongín e Insurgentes y la cercanía de Paseo de la Reforma como la avenida más glamorosa de la ciudad no estaría de más echarle una «manita de gato» a esta plaza para convertirla junto con el monumento en un lugar magnífico y, ahora sí, digno de recordar no sólo el 10 de mayo, sino con cualquier paseo en la zona.
Eso sí: cuando hay manifestaciones en Reforma o Insurgentes, los automovilistas estancados en ese cruce sí que recuerdan indirectamente al monumento haciendo sonar con insistencia el claxon por mera frustración. Lo sé por experiencia.