Luque

Años y años haciendo cositas de madera, alegrando las casas con cosas artesanales… y por supuesto, ayudándonos a calentarnos en invierno.
Mi madre tiene nuestro piso antiguo alquilado. y no se lo tiene alquilado a cualquiera! Lo tiene alquilado a dos chicas y un chico estudiantes, y concretamente, éste último es mi novio. Tampoco es tan raro!
Resulta que tenían una mesa con su ropa de camilla, un poco pequeña, eso si… pero un día, un descuido de las chicas hizo que una colilla hiciera un agujero enorme en la ropa de camilla. Yo lo sabía, pero como no querían decirle nada a mi madre, quisieron comprar una ropa nueva. aunque no sabían donde.
Mi madre podría haberla hecho sin ningún trabajo, pero como les daba tanto apuro, un día se me ocurrió recomendarles este sitio. Al final, la compraron aquí… la más barata que tenían pero que se viera calentita. La verdad es que ahora están más contentos que antes, porque la anterior quedaba un poquito corta del suelo, y esta queda justa!

Esta es la tienda donde mi madre ha comprado de toda la vida las mesas de camilla. Sí, esos monstruos voraces que nos atrapan bajo sus fauces… Esos muebles malditos que dominan nuestra voluntad… Me encantan, pero no los soporto… Cuando estoy bajo su calor pierdo el dominio sobre mí y ya no tengo fuerzas ni resistencia…
Siempre me ha gustado acompañarle porque me encantan cómo huelen este tipo de tiendas (de muebles de madera); el hombre mayor me parece muy simpático, y porque me gusta ver esos muebles en bruto, hechos artesanalmente.
Así que hace poco necesitaba una cajonera para un armario empotrado y sin dudarlo me dirigí hacia allí. Era tarde y estaban a punto de cerrar, sin embargo el hombre me atendió con tranquilidad. Me enseñó distintos muebles, algunos no hechos por ellos sino solo montados, de estos que vienen en kit (tienen que tener de todo para todos los bolsillos…), pero allí, al final, había una cajonera robusta y preciosa por la que pregunté. «Esa no te va a servir porque fue una que hice a medida y me la dejaron colgada…». Miré de reojo y parecía que sí, que eso sí que entraba en mi hueco, así que el buen hombre me la midió y me dijo que si por casualidad me servía me hacía un buen descuento.
Me fui para casa nerviosita deseando coger el metro y probar suerte y sí, eso fue lo que tuve, mucha suerte, porque eso entraba ahí de maravilla. Al día siguiente ya la teníamos en casa a un precio increíble, casi por lo mismo que vale un mueble de melanina teníamos el nuestro hecho a mano y con una calidad magnífica. No me canso de decirlo, ¡que vivan este tipo de tiendas!