Tomás Delestal

Otro negocio en vías de extinción en nuestra ciudad, a no ser que esté superespecializado en, por ejemplo, complementos para hacer encajes de bolillos (es broma, pero ay qué ver qué popularidad sigue teniendo esta manualidad tan extraña) es el de las mercerías.
Yo soy fan y clienta habitual de una de las dos (que yo conozca) que quedan en mi entorno. La de Tomás Delestal, que se encuentra justo detrás del mercado de la calle Feria, bajando por Peris Mecheta.
Se trata de un local grande y ya un poco desangelado, se ve que vivió mejores tiempos. En su escaparate puedes deleitarte contemplando ropa interior de la que usan las madres y pijamas de esos que también sólo regalan ellas (por lo menos la mía, que es de pueblo).
Pero una vez dentro, encuentras todo lo que tiene que tener un establecimiento así: hilos, botones, cremalleras, cintas para coser, encajes… la verdad verdadera es que yo no entiendo mucho de este tipo de género, aunque me parece que está teniendo un resurgir en plan «trendy» en otros lugares. Aquí se trata del material de toda la vida, aún no se ha revalorizado pero a mí me gusta ir igualmente.
Te suelen atender dos señores, de esos con jerseys de cuello de pico. Amables y profesionales, qué más se puede pedir. Y además, realizan arreglos, yo tengo pendiente llevarles un cambio de cremallera para mi chaquetón de cuero favorito.