Durante mi más tierna infancia viví entre Liria y la Malvarrosa. La «Malva» fue mi primer barrio y de allí tengo gratos recuerdos, además de parte de familia. Uno de estos recuerdos es el apetitoso olor que llegaba a nuestra casa desde el horno de Amparo Gimeno, tía de mi tía. Justo al bajar de casa estaba el horno, pero en nuestro patio había una puerta que daba al local directamente, este hecho hacía que fuese inevitable pasar por aquel portal sin que te apeteciese una barra de pan, una de las tartas tan ricas que preparan o cualquier bollo que allí dentro se cocía. Pese a que ha llovido mucho desde aquel tiempo, aún seguimos yendo a la «Malva», y aún seguimos comprando tartas de cumpleaños en el horno de Amparo Gimeno. Otra de las cosas que es inevitable no llevarnos, más aún si viene mi madre, son las roscas de anís que preparan. A mí personalmente las roscas de anís no me gustan nada, pero mi padre, goloso insaciable, dice que son de las mejores que ha probado, esto lo confirma mi madre, a la cual le pirran las roscas. Es un horno con una larga tradición familiar, pasando de padres a hijos y de hijos a nietos. Lleva abierto más de 60 años y siguen horneando cada mañana ese pan crujiente que en mi infancia me daba los buenos días. Siguen abiertos y lo seguirán por mucho tiempo, ya que si no, el barrio no sería lo mismo sin los Gimeno y sus roscas de anís.
Salvador M.
Rating des Ortes: 3 Almàssera, Valencia
Este horno es peculiar por varias cosas; su tamaño, enorme, sus puertas automáticas, no muy habituales en estos establecimientos, el azulejo marrón de su fachada, su tempranísima hora de apertura para que los madrugadores del barrio se puedan ir al trabajo con pan del día y, sobre todo, por la gran cantidad de dulces y chucherías a disposición de la clientela. Un consejo, deje a los niños en casa antes de ir a Barraca o le harán la vida imposible por un miserable chicle o chupachup. Por lo demás, las señoras que dan la cara en el mostrador son un encanto, tienen helado en invierno y un pan francamente rico, aunque la cantidad y calidad de la bollería va un poco a la zaga. En cuatro palabras: un horno de barrio.
