Esa tarde había estado caminando durante varias horas haciendo trámites con una mochila pesada sobre la espalda. Por fin terminé el último! Estaba por calle Oroño y empecé a caminar sin rumbo por el centro del boulevard. Disfruté del viento en la cara y del paso desacelerado que no había podido practicar durante el día. En un momento comienzo a sentir cómo mis pies hierven adentro de esas zapatillas que decidí ponerme a la mañana para estar cómoda a pesar del calor. Estoy exhausta y decido sentarme en uno de esos bancos barrocos que adornar el lugar. Descanso un rato y decido que estaría mejor si tomaría algo fresco. Decido doblar por Urquiza con la esperanza de encontrar algún bar cerca. A las dos cuadras, en la esquina estaba Silhonettes. Me pareció un lugar re lindo de afuera y entré. Adentro era bello también, teníà la pinta de un bar irlandés pero con algunos toques que lo hacían diferente al resto. Pizarras con frases de Cortázar y macetas con malvones de colores completaban el escenario. Me senté bien al lado de la ventana porque adentro el lugar era un poco oscuro, pero a esa altura del día todavía prefería un poco de luz natural. Pedí una Paso de los Toros de pomelo para aliviar la sed y me decido a descansar a solas con la frescura del aire acondicionado. Hojeo un poco el diario La Capital que estaba arriba de mi mesa. Vuelvo a descansar. Al ratito, mi abstinencia de relaciones sociales, hizo que le pida la clave de wifi a la moza para conectarme a Facebook. Pispeo un poco, algunas conversaciones pendientes que siguieron por watsapp fueron mi compañía. Disfruté de ese lugar ameno que me salvó de las garras de ese día agotador.