Almacen Secreto Club

Qué bohemio (hace una bocha que quería usar esa palabra). Un restaurant a puertas cerradas que también funciona como galería de arte. desde el principio la experiencia es algo diferente. Te recomiendo reservar mesa o sufrir en la vereda. Una vez que entrás, te invitan con una copita de vino especiado y dulce a recorrer las dos habitaciones donde está la muestra (que cambia cada mes y medio, mas o menos).
Después de esto podés pasar por el pasillo hasta la parte de atrás, donde están las mesas. Acá vas a encontrar una decoración ecléctica, con paredes pintadas en plateado, réplicas de autos clásicos, máscaras colgando de las paredes y esculturas varias.
El ambiente es a media luz, muy acorde a la onda. La carta se divide en tres regiones: Norte, Centro y Sur. Así podés encontrar platos de cada uno de esos lugares. Muy inteligentemente, esto se replica en la carta de vinos. Así que el maridaje se hace casi solo.
Si vas, no dejes de probar las empanadas. Por ley todas deberían cocinarse así. Yo probé el locro y el guaschalocro, muy bien los dos, sobretodo para las noches de invierno porteñas. Después de eso podés enroscarte e hibernar tranquilo. o mejor no, y pedís de postre volcán de chocolate como hice yo, y dejás que la felicidad de los gordos te invada.
A todo esto sumale una atención muy atenta y buena. Es increíble que solo dos personas estén en el salón, den abasto con todo y además lo hagan con una sonrisa. Clap, clap, clap, mi aplauso para ellos.
Ah! Si si querés, también podés comprar productos regionales para llevarte. Todo un acierto.

Este restó a puertas cerradas se caracteriza por ofrecer comida autóctona de las distintas regiones del país y hacen una apuesta muy interesante al arte, ya sea con música en vivo o con exposiciones.
El lugar es ideal para una salida romántica, hay pocas mesas y muy linda atención.
Tiene un jardín que está bueno aprovechar en las noches cálidas.
La relación precio — calidad está bien. Las porciones no se caracterizan por la abundancia pero si por la calidad.
La carta de vinos es acotada pero las opciones son excelentes.

Cocina norteña, pero como La Chef es boliviana, Acá se puede comer charqui como en el mercado de liniers y usan ingredientes como papalisa, huacatay y mote. Hay tragos con singani (aguardiente popular en bolivia elaborado a partir de uva Moscatel)

Eh ido en un oportunidad y la verdad fue una gran experiencia, comida del norte centro y sur del país, música ambiental en vivo y una muy buena atención.
Pocas mesas y muy personalizado.

Almacén secreto es un restaurante a puertas cerradas y galería de arte, que comenzó en el comedor de un artista plástico y se fue mudando de casa hasta llegar a su ubicación actual.
Una fachada gris que no dice nada en una zona tranquila del barrio de moda (Colegiales), un pasillo que se vuelve interesante, un mundo secreto dentro, un cielorraso impactante, un jardín amplio y arbolado.
Almacén secreto entendió que cambió el paradigma del restaurante vidriado y la ostentación. La experiencia de sentirse especial por descubrir un lugar, de dialogar con los dueños de casa, de sentarse a una de las pocas mesas del lugar es una tendencia que crece. La carta está supervisada por una chef boliviana y ofrece platos norteños acompañados por vinos de altura.
Yo lo conocí en otra de sus facetas, como salón para fiestas, encuentros y celebraciones. Fui a un casamiento al mediodía, bendecidos por un día espectacular sin calor ni frío pudimos disfrutar a pleno del patio (hay que aclarar que cuando es restaurant no arman mesas afuera) .
Nada de gazebos, centros de mesa, pista de baile ni demás lugares comunes (y horribles) para esas ocasiones. El lugar combinaba perfecto con el estilo de los novios: relajados, alegres, sencillos y cancheros. El lugar se encargó de ofrecer una barra de tragos (campari, fernet, gin&tonic), una de limonadas naturales, comida simple y sabrosa (gran parte vegetariana) en bandejitas o tipo picada. Todo perfecto, como la felicidad.